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Algunos de los trabajos que participaron del concurso

Todos los trabajos que hemos leído son verdaderamente como una caricia para nuestros coeurs de profs de FLE !
Queremos compartir esta caricia con todos los amantes del francés, y con los que no lo son también (o sobre todo !!), así que aquí van los trabajos ganadores y algunos más.
Bonne lecture !

 

 

Categoría adultos

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Primer premio

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Año 1952. Tarea para mañana, tres renglones de “e”. Esta letra díscola salta por encima del renglón donde debiera dormir y se deja caer hacia el renglón siguiente. Mientras se libra esta batalla desigual, el tocadiscos deja oír algo como...One, little two, little three, little Indians...

Mucho antes de saber que aquello es un idioma extranjero, lo ha adoptado. Frank Sinatra, cuya voz increíble ya ha poblado sus siestas en un combinado Grundig, y luego Elvis, la han invitado a volar. Más adelante llegaron los chicos de Liverpool. Lo hicieron en un Winco.

Y mientras Kennedy pasaba a la historia, otra música, más sutil, mucho más leve, se iba quedando con ella para siempre. Unos acordes marciales conmovieron su ánimo en medio de una película un tanto banal, en blanco y negro, acerca de una pareja que se despide en Argelia.

Y esa música no la abandonó nunca más. Fue su tarea.

Hablarla, pensarla, gozarla.

Y ofrecerla, en obsequio, a quien quisiera escucharla.

Siempre la aventura inesperada de encontrar, en algún lugar del mundo, un compatriota del lenguaje, alguien con quien compartir el tesoro de las palabras queridas.

El Mayo Francés la acompañó. Beauvoir y Sastre la inspiraron. Proust la deslumbró. Los impresionistas la acogieron en el Orsay. El Petit Caporal la arrancó una sonrisa.

Y atrás desfilaron Lelouch, Trintignant, el loco Depardieu, Auteuil, Yves Montand...

¿Hay algo más? ¿Qué más se le puede pedir a un sueño, si no es que te siga acompañando, que te siga iluminando como cuando se asomó a tu vida por primera vez?

Mauricia

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Segundo premio

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París ya no parece tan lejos.

Alors, mon p'tit voyou – canturreaba la Maga a Rocamadour – la vie, qu'est-ce qu'on s'en fout... Tal vez sin querer Julio me empujaba a un idioma que no entendía y, con su misterio encantador, me arrastraba a la aventura de aprender, o querer aprender.

La historia de Oliveira me obligaba a seguir, aún sin concebir las callecitas de París que, en mi imaginación, se parecían a las de Buenos Aires, y sin poder comprender esas páginas y palabras que estaban lejos del inglés que el consumo y los padres nos obligan a saber.

Así, como tirando una piedra y saltando en un pie hasta el cielo de una rayuela, Cortázar me invitó a sentir esa curiosidad por el francés, que una vez llegada, no me quiso – ni quise - abandonar.

Nuevos paisajes, distintas formas de vivir y compartir, nuevos compañeros: esas gratas sorpresas que encontré en un aula donde nos mirábamos con una sonrisa entre cómplice y vergonzosa cuando comenzamos a pronunciar los primeros “oui” o el ensayo del primer “je m'appele”, y la búsqueda desesperada de un vocabulario que no conocíamos al querer dar una opinión en clase.

Una vez inmersos en el idioma, y ya sin vergüenza de pronunciar los sonidos nasales, nos encontramos aprendiendo una cultura que ha influido profundamente en el resto de la humanidad, con la filosofía de Descartes y Russeau, la Revolución de Napoleón, la Declaración de los Derechos del Hombre y la literatura de Víctor Hugo y tantos otros autores que, en mi cabeza “americanizada”, no había ubicado en el lejano país de la torre Eiffel.

Hoy vuelvo a leer Rayuela, tratando de encontrar esos versos en francés que tanto me atrajeron tres años atrás y, para mi sorpresa y desconcierto, no son tantos ni tan determinantes para la comprensión de la historia, pero... ¿Qué hechizo hizo Cortázar para traerme hasta aquí? ¿O habrá sido el francés?

Talita

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Otros trabajos recibidos

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Mi primer contacto con el francés fue de pequeño y sin saberlo, cuando en las largas tardes de domingo mi abuelo materno pronunciaba esas palabras graciosas e ininteligibles para nosotros (sus nietos), despertando las carcajadas de su pequeño auditorio. ¿Cómo saber en ese entonces que sus palabras no provenían de ningún país de cuentos, sino de una tierra lejana, pero bien real ...?.

Muchos años después, de forma ¿casual?, el destino volvió a ponerme cara a cara con este idioma tan especial. Las idas y vueltas de la vida hicieron que surgiera una oportunidad de trabajo en la ciudad de Bruselas (Bélgica). Con la corazonada de algo bueno por venir, acepté sin dudarlo. Tenía 23 años, y una aventura de tal magnitud no podía pasar a mi lado desapercibida. Pero existía un pequeño gran escollo: debía aprender a comunicarme en francés!. Aún recuerdo esos primeros días de clase en la Alianza de calle Fitz Roy... El “profe” hablándonos solamente en francés, y yo sin entender una palabra! Parecía imposible llegar a comprender esta nueva lengua, y menos aún poder expresarse con ese delicioso acento tan característico.

Los meses pasaron, y de repente me encontré bajando de un avión en el aeropuerto Charles de Gaulle en París: Bonjour! Excusez-moi!...con una valija, toda la expectativa y las horas pasadas en la Alianza como equipaje. Un tren a Bruselas era lo único que me separaba de mi nuevo hogar... Allí, poco a poco, todo lo que había aprendido en esas largas horas de estudio comenzó a surgir, primero con dificultad, y con el tiempo, fluyendo casi naturalmente. Tenía la sensación de que, de alguna forma, el francés había estado siempre dentro mío, y un día tan solo decidió despertar de su letargo. Me resultó maravilloso poder integrarme en una sociedad distinta a la nuestra, intercambiar experiencias e ideas con personas nacidas a muchos miles de kilómetros de la Patagonia, conocer lugares increíbles y una enorme cantidad de personas, a muchas de las cuales me une hoy una valiosa amistad. Este hermoso idioma me permitió además acercarme a las raíces de mi familia, llevándome en un inolvidable viaje por los Alpes suizo-franceses, esa tierra que mis antepasados debieron dejar atrás junto con otros valientes inmigrantes para forjarse un futuro mejor en un nuevo continente. Gracias a ellos estamos aquí, y somos quienes somos. Estoy seguro de que mi abuelo, aquel de las palabras graciosas, está orgulloso de escucharme desde el cielo volver a hablar de tanto en tanto el idioma que él supo aprender de pequeño, en su casa. El viejo y querido francés.

TREBOR LeRAT

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FRANCÉS EN MI VIDA

Todo comenzó en el año 1990. Tenía trece años y había comenzado la escuela secundaria. Un mundo distinto con nuevas experiencias y diferentes materias. Entre ellas "Francés".

En mi casa nadie hablaba ese idioma, entonces mi madre me hizo tomar clases particulares.

Para mí, no era necesario, lo entendía y me resultaba fácil (no sé si tuvo algo que ver que desde los siete años estudiaba italiano). La cuestión es que de ir una vez por semana a particular, dejé de ir a esa casa para ingresar a la Alianza Francesa.

Qué magia al encontrarme con ese idioma. Palabras sencillas, palabras complejas, palabras que había utilizado cotidianamente pero mal pronunciadas como marcas de autos, nombres de supermercados y otras más.

Mis compañeros de escuela no podían entender cómo amaba ese idioma, tan difícil para ellos.

En cuarto año tenía "Física" esa sí que fue una materia complicada para mí. El profesor daba recuperatorio martes y jueves a la tarde, justo el mismo día que tenía mis clases de francés. Se hacía difícil dar recuperatorio y faltar a las clases. Muchas veces mi profesora me daba horas de francés en su casa para no atrasarme. Tal fue mi angustia que un día soñé en francés.

¡Sí! , aunque no lo crean. Iba en colectivo sentada junto a mi profesor de física hablando en francés. Por suerte aprobé las dos. Física y tercer año en la Alianza.

Los seis años que disfruté allí no los olvidaré, tanto mi profesora como mis compañeros siempre estarán en mis recuerdos. Cuando encuentro a alguno en la calle nos ponemos a hablar de esa época (yo era la más chiquita del grupo). Ellos también recuerdan que todos los años mi madre o mi padre nos acompañaban en el tren o colectivo hasta Mercedes para dar los exámenes finales.

Una vez que terminé comencé a preparar chicos y grandes con esa materia. Qué satisfacción el poder ver como alguien aprende con uno. Cómo se interesan por otro idioma, cómo ayudarlos a descubrir otro mundo para poder relacionarse con otras personas.

Hoy chateo y me escribo por mail con un chico de Francia, hablamos en francés y un poco en español porque él esta aprendiendo. Sólo me queda un sueño. Poder conocerlo y conocer Francia, ese país que visité a través de videos, libros y fotos. Creo que si uno desea algo con el corazón los sueños se hacen realidad. Así es la vida.

ANGELES Z

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El francés en mi vida

Aprender francés fue una de las experiencias más fascinantes de mi vida.

Durante mis años de escolarización secundaria las dos lenguas extranjeras que aprendí fueron inglés y francés. Inglés era la lengua extranjera que aprendía fuera del colegio, francés era la que disfrutaba en la secundaria.

Mi profesora era de esas docentes cuyas clases quedan grabadas en la memoria. Sus clases eran memorables y yo las disfrutaba cada día más. Aún hoy tengo grabado lo que ella me enseñó. Puedo producir algunas frases, entender parte de lo que escucho en las películas y mi gusto por el cine francés ha ido creciendo. Esta preferencia es el resultado de aquellas clases de francés. En años recientes he tomado clases por distintos motivos y siempre las he disfrutado enormemente. Aprender francés me hizo despertar a un nuevo mundo y me hizo ver la realidad de otra manera.

Era increíble que sabiendo inglés prefiriera las clases de francés. Odiaba a mi profesora de inglés pero amaba a la de francés

Mi sueño: poder ir a París aunque debería desear ir a Inglaterra ya que soy profesora de inglés: una paradoja. Seguramente debido a las huellas que el francés ha dejado en mí.

Hoy en día mi hijo también disfruta de este aprendizaje y es muy buen aprendiz del idioma. Quizás sean los genes. Me encanta pensar que yo le he transmitido ese amor por la lengua francesa.

C.N.D

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Adivinanzas

A lo mejor un poco tarde, aunque más vale tarde, etcétera, y porque recordaba unos versos sobre un desayuno sin palabras con orlas de humo y cigarrillos a medio apagar y una cuchara revolviendo el café en la amargura del silencio. Había también la imagen difusa de una mujer que iba a llorar, acongojada, tomándose la cabeza entre las manos. Sería formidable poder leerlo en francés. Hubieron otros acicates, que aparecían a cada vuelta de hoja de aquel libro cuyo autor mal pronunciaba las erres y cuyo personaje central se levantaba el cuello de la campera cada vez que una llovizna helada barría los puentes del río de una ciudad que todos quisieran conocer antes de morir, que no es aquella otra ciudad en donde vive un señor que representa, en la Tierra, a otro señor cuyas razones no admiten discusión. Muchos de los libros del autor referido de tan elíptica forma – porque me he propuesto no mencionar títulos o autores para no parecer un sabiondo citador – alternan el castellano y el francés sin preaviso o traducción. No quise seguir tolerando esta ignorancia evitable. Y enseguida, al poco tiempo, después de trastabillar con los verbos esenciales y comprender las trampas de los acentos sutiles, pude divisar entre la bruma las primeras líneas de unos relatos muy breves (qué lástima esta restricción tan caprichosa que me he impuesto de no hablar de autores – quedaría tan bien, le daría a este escrito un aire tan cantarín...) que narraban una tarde de lluvia sobre una cancha de tenis muy famosa, con el polvo de ladrillo y el perfume de los tilos y los tenistas enfundando las raquetas postergando todo hasta otra oportunidad.

Claro, con el avance de las clases hubo que seguir elevando las vallas, y entonces supe que había un animal que se llamaba urogallo. Tan pronto como hube desplumado dicha ave de corral me encontré, en otro libro, con un hombre que atravesaba las paredes con toda facilidad. Unas páginas más adelante una mujer había adquirido el don de ubicuidad y al mismo tiempo era una prostituta en el sur, una madre abnegada en el norte y un juiciosa profesora de letras en una universidad latinoamericana.

Tuve la fortuna de encontrar un manual de empleo de la vida y en unos versos de un autor surrealista, unos peces se tomaban revancha por haber sido multiplicados, hervidos y comidos y se reían mucho en una crucifixión. Ahora pienso que a lo mejor tendría que haber dado algunos nombres, aunque fuera unos títulos como al pasar. Pero entonces esto sería una receta del tipo usted debe leer tal cosa, y los consejos, ya se sabe.

DUTILLEUL

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Bahía Blanca, 4 de octubre de 2006

<o:p> </o:p>A quien corresponda:

Mi primera experiencia con el idioma francés fue cuando tenía entre 7 y 8 años y viajaba hasta Bahía Blanca a estudiar danzas clásicas en el Teatro Municipal, y que por circunstancias de la vida no pude continuar.

Ahora en estos momentos de mi vida vuelvo a reencontrarme con dicho idioma en una mezcla de recuerdos y nostalgias, revivo aquellos años junto al francés.

Estoy estudiando Gastronomía y el francés es el idioma que tenemos que aprender este año.

Ahí entré en pánico, creía que no me acordaba de nada, estaba desorientada, hasta que escuchando una publicidad, tuve la oportunidad de ir a presenciar y a participar de encuentros con el idioma, fue muy alentador y un enriquecedor acierto.

Me gustan mucho los idiomas y cuando puedo no pierdo la posibilidad de estudiar.

Respetuosamente, Joie.

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El idioma francés y yo

Habrá sido quizás el amor por la lengua francesa que supiera transmitirme mi padre. Sus ancestros, libaneses, conocieron la dominación gala pero también tuvieron la fortuna de adoptar la riqueza de su idioma y de su cultura. Tal vez me atrapó la simpatía y el cariño con los que Madame Sala me introdujera en el habla francófona allá por mis años de colegio secundario en Tres Arroyos. Lo cierto es que, desde entonces, no he podido dejar de aprender esta lengua maravillosa.

Después se sucederían ocho años de Alianza Francesa en los que pude obtener mi título de traductorado otorgado por la “Alliance Française de Paris”. ¡Qué orgullo! Más tarde, largas horas en clases de conversación, también en “la Alianza”, como la llamamos familiarmente todos los que a ella asistimos, en las que pude enriquecer aún más mi vocabulario y cultura franceses.

Hoy, ya en la madurez, me puedo dar un gusto que había postergado largamente por razones de trabajo y de roles familiares: estudiar el Traductorado en Francés en la Universidad Nacional de La Plata.

Tuve la gran fortuna de conocer Francia y, especialmente, París. Quisiera volver siempre allí y respirar en sus calles siglos de historia, de cultura y de “charme” parisino. Ciertamente, no es lo mismo ir a París si no se habla su bello idioma, es como perderse la mitad de la fiesta. Dejarse perder por sus calles nos puede deparar muchas sorpresas. Tal vez, leyendo una simple placa junto a un portal, nos encontremos con la casa donde nació, vivió o murió alguna celebridad de la historia hace varios siglos, o quizás nos sentemos en el mismo banco junto al Sena en el que lo hacía cualquiera de ellos.

Pero si no hubiera podido viajar, igualmente disfrutaría, como lo hago, de la posibilidad de interpretar la maravillosa prosa de Maupassant o los profundos versos de Verlaine o de Rimbaud; de gozar con las voces insuperables de Yves Montand, Edith Piaf, Charles Aznavour, Jacques Brel y tantos otros, comprendiendo en directo lo que dicen sus poemas hechos canción. Me deleitaría, como lo sigo haciendo, con las actuaciones de Jean Gabin, Simone Signoret, Alain Delon, Jean-Paul Belmondo, Catherine Deneuve, Isabelle Adjani, Daniel Auteil, Gérard Dépardieu y muchos más, interpretando su lengua nativa sin ceñirme únicamente a los fríos y a veces inexactos subtitulados.

Esta nueva carrera universitaria que he emprendido, me llevará seguramente mucho tiempo puesto que la haré despaciosamente. No me preocupa, he decidido estudiar francés mientras viva y dado que es infinito lo que aún me resta aprender, no tengo apuro y disfruto de ello cada día.

Murabba

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Se hace difícil expresar en unas líneas todo lo que significa para mi, haber aprendido francés.

Fue la dulzura de su fonética la que me atrajo hasta él y auspició de puente para descubrir, entre partitivos, tónicos e irregulares, una cultura de amplios matices con estirpe propia.

Me regaló la posibilidad de compartir esta pasión con compañeros de ruta y amigos de vida. Como Karina, una de mis mejores amigas, que descubrí en las aulas de la Alianza.

Y como si fuera poco, me dio la fuerza exacta para materializar mi sueño: el de aventurarme en tierras lejanas.

Viví un año en la ciudad francesa de Rennes, capital bretona, como fille au pair. Una vivencia que no dejo de recomendar y a la cual considero una experiencia de vida sumamente grata y enriquecedora.

Ahora si puedo entender por qué PARIS es considerada la ciudad del amor. Uno no puede acercarse a ella sino a través de su lengua, y quienes nos hemos introducido en el francés no hemos podido evitar apasionarnos y terminar por enamorarnos.

PETITE COCCINELLE

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Los motivos por los que me acerqué al francés son muchos y de lo más variados. Aficionada a las lenguas extranjeras, siempre me pareció que, a diferencia de otros, el francés es un idioma que suena muy dulce y agradable al oído. Pero más allá de eso, adentrarse en una lengua nos ayuda también a conocer más sobre otras culturas y hasta diría que es la manera más fácil y sencilla de viajar por el mundo.

Y si tenemos en cuenta que "el saber no ocupa lugar", creo que con un poco de voluntad y ganas de aprender, uno puede llegar muy lejos, porque iniciarse en el aprendizaje de un idioma es mucho más que palabras, fonética y estructuras... El ambiente, el cuerpo docente y los compañeros de curso, juegan un rol fundamental para seguir adelante día a día, y personalmente, el francés me dio la oportunidad de conocer a un grupo humano excelente; ya que disfruté muchísimo de las horas de clases que transcurrían entre risas, como también de la experiencia de poder comunicarme con estudiantes franceses que han visitado nuestras aulas.

Asimismo, Bahía Blanca me abrió las puertas para aprender idiomas, porque los que nos hemos criado en pueblos del interior, pocas veces podemos acceder a este tipo de enseñanza.

Schnee.

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¡Bendita la torre de Babel! Quizá para algunos maldita, pues según la Biblia, aquélla dio origen a las lenguas que se hablan en el mundo.

No tenía curiosidad por los idiomas, seguramente por ignorarlos. En el secundario, obligadamente estudié tres años de francés pero más fueron de gramática que de conversación; lo digo con un tono de lamento, ya que llegué a comprender lo hermoso que es hablar fluidamente un idioma.

Intelectual y académicamente perdí contacto con el francés, hasta cuando ya siendo profesional me otorgaron una beca para permanecer en París y otras ciudades de Francia por un lapso de diez meses. Esto, exigía aprender el idioma con seriedad y comencé asistiendo a un curso breve, pero intenso dado en la Alianza Francesa de la ciudad de Buenos Aires, con la novedad en esos tiempos del método “audiovisual” que me impulsó a descubrir la belleza de este idioma, la suavidad y el encanto de su fonética, la alegría de vencer las dificultades y darse cuenta de las susceptibilidades semejantes al japonés.

Llegué a París emocionado, con algo más de lo elemental para urbanamente desenvolverme. El plan de la beca era continuar el estudio y el aprendizaje del francés, para lo cual asistía en distintos horarios y durante cuarenta y cinco días a un curso de conversación en la Alianza Francesa y a otro de fonética en la Sorbona, éste casi me llegó a acomplejar.

Debe de ser para todo el que aprende: primero la comprensión y más tarde la conversación; qué extraño me parecía hablar a un francés y qué satisfacción me daba ser entendido.

A pesar de los años, recuerdo mucho del francés aprendido y me permite aún comunicarme con familiares y no familiares y quizá por el esfuerzo y entusiasmo que pongo como autodidacta. Entonces respetando opiniones, críticas, controversias y polémicas, ciertamente sea bendita la torre de Babel.

Tiburón

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Cuando era chica, mis padres tenían una radio que tenia el mapa del mundo en la tapa, y en cada huso horario indicaba la frecuencia en que se podía escuchar. A la noche era mejor, porque llegaba la onda de las radios que venían de Europa, cruzando el océano. Escuchábamos y traducíamos todas las noticias, tratábamos de entender lo que pasaba en el mundo. Había un programa especial que venía de La Sorbona ¡La Universidad de las Universidades! ¡Era emocionante estar tan cerca, a pesar de la distancia!

En esos momentos preciados, agradecí a mis padres que se hubieran tomado el trabajo de llevarme, de comprar los libros, de participar y bajarse a charlar con el director, con las profesoras o con la Sra. Laura Gardes, una gran señora, que nos dejaba hojear las revistas de Asterix antes de entrar a clase, en lo que es hoy el salón de usos múltiples.

Más tarde, ya grande, cuando tuve la ocasión de trabajar para franceses o belgas en el puerto, pude practicar el francés traduciendo, interpretando y recibí agradecimientos enormes por haberles hecho la vida más sencilla, simplemente por hablar el idioma. En los viajes que hecho a Europa, me ha servido para sentirme como una francesa en Francia, y últimamente en el talk time del Café Museo, he tenido la oportunidad de enviar y recibir emails con el velero Sedna, y con dos haitianos que están dispuestos a terminar con la pobreza en Haití. ¡Maravillosas experiencias!

Ahora, este concurso me permite seguir agradeciendo a mis profesoras Mlle. Chotard, Blanca de Mira y Helena, cuyos esfuerzos intelectuales y vocales me han transmitido amor por este hermoso idioma.

Paris

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Querida Maria Eugenia:

Decidí contarte un recuerdo de mi vida por carta, pues no quiero que veas mi emoción y mis lágrimas al hacerlo. En un pequeño pueblito de Entre Ríos, yo vivía con mis padres y mis dos hermanas. Cuando tenía cinco años falleció mi papá y mi mamá que solo contaba con estudios primarios, decidió trabajar de modista para mantenernos. Un común día de invierno en mi niñez, comenzaba con mi madre diciéndome “ponete el echarpe para ir al colegio”...”cuando vuelvas te espero con chocolate caliente” (promesa ésta que complía al pie de la letra). Al terminar de atenderme tomaba su agenda, se sentaba frente a su máquina de coser y decía “hoy tengo que entregar la blusa de Inés y el vestido de broderí de Alicia.”. Acomodaba la tela, enhebraba la máquina y comenzaba a pedalear. Luego de muchas horas de trabajo me ofrecía un huevo poyé o una costeleta para cenar. Ella continuaba trabajando y yo me quedaba dormida debajo de la mesa. Mi mamá me levantaba y me llevaba a la cama. Después de un tiempo vinimos a vivir a La Plata, donde yo señorita conocí un joven con quien me casé y tuve dos hijos. “Mi nieta tiene una blonda cabellera y el corte carré la hace más linda” decía con orgullo. Un común día de invierno en la niñez de mi hija, comenzaba cuando yo le decía “ponete un echarpe para ir al colegio”, y así, fui repitiendo una a una, muchas palabras que decía mi madre y yo no sabía su origen. A los 94 años mi viejita se enfermó y emprendió su viaje sin retorno. Después de tres años, decidí hacer algo que me gustara mucho, mucho y descubrí entonces mi pasión por el idioma francés y que mi madre guiaba mis pasos aún sin estar a mi lado. ¿Sabés porqué Maria Eugenia? Porque écharpe, agenda, blouse, broderie, poché, côtelette, blonde, carré, son palabras francesas. En mis primeras líneas te dije que mi mamá solo contaba con estudios primarios. ¿Dónde habrá aprendido esas palabras, y otras más como broche, composé, garçon, etc., que formaban parte de su vocabulario? Una y mil veces me hago esa pregunta una y mil veces no le hallo respuesta. Lo que sí sé María Eugenia, es que los gustos se maman y yo estoy en mi segundo año de francés, tan orgullosa, como ella lo estará en algún lugar, orgullosa si me ve. ¡Ah!, me olvidaba de decirte que con mis 62 años y mientras la razón y Dios me lo permitan, voy a seguir estudiando hasta el nivel más alto este maravilloso idioma. Quizás sea muy viejita cuando termine, pero eso ¿a quién le importa? Bueno me despido de vos y para que no te pongas celosa, te diré que no has puesto un granito de arena, sino una pila de arena para que yo esté en mi 2º año de francés. Cuando me veas no me digas nada, sólo una mirada bastará para saber si te gustó o no mi carta. Toutes les années prochaines, je dirai: mon école, me revoici!

Besos

Abu

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Un mundo en una lengua

Desde que somos niños vamos delineando nuestros gustos e inquietudes, un poco imitando a nuestros modelos más cercanos –padres, hermanos mayores- otro tanto oponiéndonos a ellos. Finalmente, los fragmentos de aquellos recuerdos que logran superar las barreras del tiempo y el olvido, terminan por integrarse definitivamente a nuestra personalidad. En mi vida, uno de esos recuerdos perennes ha sido la lengua francesa. Algunas clases salteadas que mi padre había tomado en su juventud se habían cristalizado en palabras sueltas, frases recortadas de lecciones aprendidas en la infancia pronunciadas de manera artificiosa como un rasgo, entre snob y risueño, que hacían las delicias de la vida familiar. Como expresión de mi admiración a él, elegí parecérmele a través de sus gustos por el francés.

Tal vez por la musicalidad de las palabras o por la dulzura que conlleva, lentamente fui sintiendo la necesidad de conocer más esta lengua, de aprenderla y de apoderarme de ella hasta poder hacerla mía, como si con esa apropiación lograra adueñarme al mismo tiempo de la cultura francesa de la que con los años también fui haciéndome admiradora. La tradición Gala, los legados políticos y filosóficos de la Revolución Francesa, las luchas sociales del siglo XX reforzaron mi admiración por esta cultura y los caminos para acercarme a su comprensión, hicieron que el postergado aprendizaje del idioma no pudiera esperar más: desde hace tres años estudio francés con pasión y alegría; cada nuevo avance es un peldaño hacia aquel primitivo deseo de comprender y hablar esta lengua fluidamente, de poder expresar a través de ella mis ideas y pensamientos como lo hago en español, de adueñarme de parte de una cultura rica e inagotable. ¿Cómo no soñar con leer a Baudelaire, Flaubert o Molière en su idioma original?

Esta reflexión comenzaba con un recorrido por los fragmentos que nos constituyen y modelan nuestra personalidad. Hoy creo que no sería tal como soy si no hubiera deseado, desde muy pequeña, saber más de Francia, de París y su belleza única, de sus paisajes, su Historia y sus tradiciones... Estoy convencida de que aquellas palabras oídas al pasar, las películas francesas y la música de Aznavour, me han hecho elegir algunos caminos y no otros; y que con esa elección, he enriquecido mi vida y la de quienes me rodean, tal como lo hizo mi padre algunos años atrás.

Flora

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Francés, ¡cuántas satisfacciones me has dado!

Yo, adolescente, encontraba placer en todo: reuniones con amigos, el contacto con la naturaleza, conocer gente, el sol en la piel, hablar largo tiempo por teléfono, los pies en el agua o sobre la arena,

bailar, cantar, charlar, pero quise ir más allá, quise poder expresar ese universo colorido que me incluía, decir cosas, y en ese entorno había gentes de otros lares, quise comunicarme con el MUNDO.

Ya sabía inglés (imposición parental) y había vivido situaciones gratificantes usándolo y me dije: “¿Por qué no otro idioma?

Elegí francés. El primer día de clase, ahí nomás, me enamoré y repetí en voz alta cada sonido y cada palabra aprendida, fue descubrir otra lengua y también otra cultura. Esperaba la próxima clase con ansias y me sorprendí yo misma, al pasar el tiempo, pensando en francés...

Por aquel entonces la cinematografía europea reinaba, y poder entender primero unas palabras, luego frases, me hacía feliz. Iba al cine a ver cuanta película francesa se proyectaba. Y entenderlas se hizo mi afán. No sin esfuerzo, con el paso del tiempo lo logré! Descubrí que los diálogos eran más ricos que la traducción sobreimpresa y pensé que en los libros también se perdería parte del mensaje del autor en el

proceso de traducir, quise beber de las fuentes y captar la esencia de las poesías. Mi paso por la Alianza Francesa, fueron años intensos de trabajo minucioso, tarea ciclópea que asumí con alegría.

¡Cuánto vocabulario! ¡Y la gramática!¡ Y la feminización de sustantivos, adjetivos y participios! ¡ Y tantas otras cosas! Leía todo lo que caía en mis manos impreso en francés y además, en soledad, leía en voz alta, ya sea prosa o poesía y sentía mi voz y el eco de mi voz en mi cabeza sonaba cada vez mejor...

No era tiempo de grabadores ni cassettes, en las clases, el esfuerzo de los docentes era otro que el de hoy día y el grupo de alumnos, es mi impresión personal, estaba comprometido seriamente con el saber.

Mi premio fue, varias veces, varios años, un libro donado por la embajada de Francia.

Y a través del francés y por saber francés la vida me dio un premio extra: amigos franceses con quienes hablar. Nunca olvidaré el primer encuentro, mi timidez me jugaba en contra y fue mi primera situación real de uso del idioma, si la repuesta era sí, yo asentía y si era no, sacudía la cabeza y eso era todo. Hasta que un buen día sentí como si físicamente saltara una barrera y me largué a hablar y nunca más paré.

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PRUNELA

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Mi experiencia acerca del idioma francés es muy corta con respecto al de otros. Lo que puedo decir es que desde chico siempre me interesó dicho idioma pero nunca tuve el tiempo o decisión necesaria para cumplir esa inquietud.

En éste año pude empezar mi primer nivel por intermedio de la Universidad, que nos exige aprender los primeros niveles de algunos idiomas para sus carreras, y estoy muy conforme con lo visto hasta ahora. Creo que ha cumplido con mis expectativas a pesar de que me cuesta un poco aprenderlo, pero seguramente no soy el único que tiene ese pequeño problema. Sé que es una llave importante para el futuro y para éstos tiempos que corren, además quiero ahondar aún más en el idioma porque me agrada. El saber un idioma abre puertas.

Del habla francesa me atrae la fonética que contiene y su pronunciación, me gusta la cultura de su país de origen, Francia, por ejemplo puedo citar algunos cantantes e intérpretes como: Edith Piaff, Charles Aznabour, Manú Chao, Olivia Ruíz, Alain Delon entre otros...

Mi hobbie principal es el dibujo y la pintura, fui desde chico a asociaciones artísticas y tomé como referencia a algunos artistas franceses como De La Croix, Manet, Renoir, Monet... En ellos encuentro referencias en el cual hacer mis trabajos y también es otro eslabón que uno a todo esto.

Por último quiero decir que me gustaría mucho ganar el concurso para ampliar mis conocimientos sobre la cultura francesa.

rattlehead

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Categoría adolescentes

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Primer premio

Tal vez mi primer acercamiento al francés fue cuando descubrí mi apellido y a la gente que me llamaba le aclaraba: “se pronuncia /turn/, no /tourn/”.

O cuando vi Amélie y me quedé enamorado de la estética y de ese idioma que se confundía con la música.

Aprenderlo es apreciar una cultura, un mundo, otra realidad: una revolución francesa y un mayo también.

A su vez, con el tiempo me di cuenta que el “Pret a porte” del local de ropas que queda cerca de mi casa estaba mal escrito. Pero también percibí que a los caminantes que apenas modulan un “bonjour” les queda la imagen que todos tenemos de él: es chic.

Estudiarlo fue un descubrimiento de su delicadeza, ritmo y melodía y de lo naïf que suena la combinación de sus fonemas.

También responder a todos aquellos que preguntan: “¿para qué estudiás francés si hoy con el inglés te manejás en todos lados?”. Y me remito al ver otra realidad desde otros ojos, sonidos y lenguas.

Elegante, diplomático, preciso: con sus nasales y guturales, su música y dulzura, es difícil no enamorarse de él.

YANN TIERSEN

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Segundo premio

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«Para describir la vida espiritual deberíamos rehacer el lenguaje», nos dice el inglés Olaf Stapledon en su novela de ciencia-ficción Odd John, y es quizás esta frase la más representativa en cuanto a mis opiniones sobre el lenguaje se refiere. Supongo que, entonces, debería dar alguna explicación (y a modo de preludio) que sostuviera dichas opiniones. Yo creo en la valoración del idioma (de cualquiera de ellos) como modo de expresión, no ya sólo literal, sino también aquélla que proviene de nuestro interior y que expresa una variedad innumerable de sensaciones, pensamientos, recuerdos, anhelos... En mi opinión, cada idioma, según su historia y raíces, conserva una serie de frases y modismos de que se vale para expresar todo eso que debe y es necesario ser expresado.

Y aquí es en donde entra el idioma francés, y mi propia experiencia con el mismo. Soy estudiante de francés desde hace dos años, pero seguidor del mismo hace mucho tiempo atrás, cuando la literatura se abrió ante mí como un capullo en primavera. ¡Y qué fascinación...! Cada libro que leía me nutría de manera diferente; unos sorprendiéndome, algunos asustándome, otros abriéndome los ojos y mostrándome cuán vasto e inexplicable era el mundo, y, sobre todo, el mundo que cada persona contiene dentro de ella. Ávido de conocimientos «literarios», fui internándome más y más en el mundo de la literatura.

Mis primeros acercamientos con el francés se iniciaron a través de ella. Cuanto libro caía en mis manos hablaba, de esta o aquella manera, del francés: utilizando frases u oraciones enteras, citando algún autor reconocido, expresándonos los valores de libertad, igualdad y fraternidad... Mi intriga fue en aumento, hasta llegar a preguntarme: ¿qué es lo que hace al francés diferente de los demás idiomas, que todos deben acudir a él para inculcarnos las ideas que el ser busca expresar? ¿Por qué Dostoievski, el maestro ruso, conocedor de los más profundos sentimientos del alma, nos obliga a leer sus novelas con un diccionario francés-español indefectiblemente?

Mi respuesta, es que es la lengua francesa la que nos permite visionar más allá de las fronteras del habla y la escritura, para introducirnos en un mundo en donde cada expresión, sentimiento o pensamiento nos espera latente, ansioso por ser sacado a la luz. Y brillar.

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Gregor Skravinski

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Otros trabajos recibidos

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Estoy estudiando francés, y me gusta porque es un buen idioma para aprender, fácil y porque siempre me gustó aprender cosas nuevas, en especial idiomas. Me sirve, ya que, cuando sea mayor y tenga que buscar un trabajo, tengo una posibilidad más que aquellos que solo estudian lo justo y necesario para la formación en la vida. También me gusta porque conozco nuevos chicos, y me puedo manejar mejor en libertad sabiendo que no tengo problemas en cuanto al idioma. También porque desarrollo mi carisma y mi forma de ser, en cuanto a la comunicación con la gente mayor.

Jony

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-Quiero aprender francés- le dije durante un almuerzo a mis padres. Mis amigas van a empezar en la Alianza y yo también quiero ir”.

-Bueno- respondieron- como quieras; después vamos a preguntar los horarios.

Y así empecé, a los doce años, con mis amigas a concurrir a la “Alliance”. Ya desde la primera clase el francés mi impactó: su sonido nasal nos divertía al principio pero me pareció que sonaba tan dulce...

Y así hasta hoy sigo asistiendo a cada una de mis clases, y he aprobado los exámenes DELF.

Una vez que me familiaricé con su fonética y su escritura comencé a disfrutar cada vez más del aprendizaje; es fascinante indagar en el vocabulario, deleitarse con las canciones francesas donde siempre hay poesía para el alma y dulzura para los oídos. Además reconozco que el aprender sobre la cultura y la historia francesas nos amplía la visión del mundo y nos enriquece. El saber su gramática, los verbos irregulares, el saber leer, presentarse, pedir algo, preguntar y responder en francés me hace sentir una satisfacción profunda, me hace sentir distinta, porque me sirve no sólo para comunicarme con franco-parlantes, sino que también para analizar en profundidad la estructura del español, la formación de las palabras y la gramática de mi lengua materna.

En fin, este camino de aprendizaje de la lengua y la cultura francesa que estoy recorriendo resulta ser una experiencia dichosa que va a formar parte de mi persona y que me marcará para toda la vida.

Vera

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Yo comencé a estudiar francés porque me parece uno de los idiomas más dulces y más agradables para oír, y estudiarlo me demostró cada vez y con más certeza que era así.

Si me preguntaran a que se asemeja este idioma diría “al helado”, por lo dulce, y estudiarlo sería como comer helado con cuchara grande y del pote. ¿A quién no le gusta?. A pesar de que seguramente a algunos les parecerá una metáfora algo tonta, yo creo que es mucho más rica de lo que piensan. Si volcamos lo que hace al aprendizaje de un idioma y lo reemplazamos por el hecho de comer helado veríamos unas cuantas semejanzas.

Helado, dulce, rico, un tanto frío pero por alguna razón irresistible. Por más que haga frío o llueva nunca falta un helado. Todo coincide.

La cuchara grande, en este caso, sería el profesor que está a cargo de la enseñanza del idioma y de nuestro aprendizaje. Aunque a veces pareciera que no hay relación entre un docente y un alumno, en realidad es lo que hace que a uno le guste o no la materia o, por lo menos, condiciona bastante el disfrute o no de dicho aprendizaje. Uno puede comer helado sin cuchara grande, o en compotera, pero comerlo del pote hace que sea muuucho más rico. En los idiomas pasa lo mismo, si tenemos un buen profesor, el estudio se hace más agradable y fácil, y el hecho de que sean pocas alumnos para un solo profesor también lo hace mejor.

En conclusión, y a modo de cierre, no subestimemos ningún tipo de comparación, por más inútil o disparatada que parezca, porque tal vez nos sorprendamos.

Lullaby

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Categoría niños

Primer premio

Yo pienso que el Francés es otro mundo de lectura.

Mi bisabuela era nieta de franceses de Masseube y me enseñó muchos cantos y poesías en francés que me encantaron y me encantan, y cuando yo sea grande se los voy a enseñar a mis hijos para que sientan que son libres.

Mi bisabuela murió hace muy poco a los 100 Años y era un angel que bajó del cielo para hacernos felices. Ella me enseñó a decir tantas palabras desde que yo era chiquita: chien... chat... papa... mamá... ¡y mil cosas mäs mientras mirábamos láminas de libros antiguos que había guardado para nosotros!

Cuando mi hermana y yo nos quedábamos con ella, cantábamos en canon “Frere Jacques”... “La Mere Michelle”... y “Il était un petit navire”... y poesías como “Le petir Jésus”.. y L´Ange Gardien... y otra que no me acuerdo cómo se llama que es de Victor Hugo y empieza: “Mon pere, ce héros a sourire si doux...”

Yo participo en este concurso para expresarme y no para ganar.

El que tuvo la idea de hacerlo es muy inteligente y se supone que debe saber francés.

“ROCHI”

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Segundo premio

Considero algo corta la experiencia que tengo acerca del francés, ya que aprendo este idioma aproximadamente desde marzo de este mismo año, pero a pesar de esto, desde que aprendí apenas a poder expresar una simple frase, me fascinó...

Tuve dudas respecto de este idioma ya que podía optar también por el inglés, que era donde se anotaban todos mis compañeros, pero a mi no me gusta lo convencional, ni hacer lo que todos hacen, y además me llamaba la atención una lengua tan interesante y, en ese entonces, al parecer tan complicada; por eso fue que elegí el francés.

Al principio no estaba demasiado interesada por este idioma porque las frases que podía utilizar eran breves y pobres, pero ahora que mi vocabulario se ha ampliado, puedo disfrutar de un diálogo por más corto que sea, con mi profesora o con mis compañeros.

Sin dudas, siempre tuve algunas dificultades, sobre todo al escribir, ya que es algo complejo, al igual que la pronunciación, pero son pequeñas cosas que con práctica, voluntad e interés se mejoran.

Algo que en verdad me gustaría es que en mi colegio, Bellas Artes, se volvieran a organizar los intercambios, que serían una grata experiencia para las personas a las que verdaderamente nos gusta mucho el idioma y ya no lo tomamos como una asignatura más a la que debemos cumplir y esforzarnos, sino como algo apasionante y gratificante.

Sin duda la experiencia que tuve para con el francés fue muy buena...

...Este idioma me parece encantador, me agrada tener el acceso a una lengua tan hermosa como lo es el francés.

Y sería fantástico también que todos los colegios, tanto de la Universidad como Públicos tuvieran acceso a una lengua complicada pero hermosa: el francés.

Deuxième

 

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